Chaennie.
~ Abril 2012
Para Olibeth, habían trascurrido dos años de su incorporación como aprendiz a la empresa cuando conoció a Rosé en los apartamentos. La susodicha tenía la piel oscurecida, el cabello más abajo de los hombros y una risueña sonrisa que ni el mismo caos desvanece. Su figura era delgada, bien proporcionada y... ¿su voz? La de los mismísimos ángeles. La finura en su textura, esa elegancia sin igual en su canto, sus agudos, tesitura de soprano; estaba ella engalanada de falsetes naturales y un recurrente manejo del uso de flip que la catapultaron a la desestimación que muchos por envidia aplicaron hiriente contra ella. De sus elementos, destacaba una guitarra española que animaba el interior de los dormitorios cada que se encontraban las cuerdas con sus dedos. Era música, belleza y bondad en persona. Desmedido también era el carisma que reproducía a través de sus gestos sinceros o su cálido trato hacia las personas y sus compañeras. La cordialidad, el agradecimiento asiduo desde que Olibeth la guio por la estructura gigantesca que las uniría de por vida. La joven era ojos al descubrimiento, pasión y una sensibilidad que compartían en su justa medida. Ponía en las manos de Rosé sus películas de drama favoritas porque el convencimiento de ser acompañada emocionalmente le opacaba la vergüenza ante el indudable derramamiento de lágrimas al reproducirlas. Y, es más, con el pasar del tiempo descubrían que la suma de cosas en común las elevaba a un escalón mayor de afinidad y cercanía. Lo fascinante en la gran vocalista, moraba en su definición como ser. Olibeth y Rosé conocían el dolor de la lejanía de sus seres queridos: la primera cuando vivió en Nueva Zelanda y la segunda ahora que volvía a sus raíces sanguíneas para sumarse a un proyecto que la transportaría a la cuna del estrellato. El destino era grato, le hizo ver a la rapera o conocer solo de oído, a la persona que mucho más adelante encontraría en otro punto del camino propicio. Gracias a ese destino del que se hablaba, sin saberlo, cuando apenas tenían entre cinco y diez años, ambas caminaron suelo exacto en un centro de hípica en el país, antes de que Rosé lo abandonara para asentarse en Australia. Se habían quizá visto, pero no recordado; habían quizá compartido el mismo caballo, las mismas riendas o el mismo profesor en horarios distintos. Livi se transformó en una hermana mayor para Rosé, y ésta en el alma e inspiración que necesitaba cuando la negatividad visitaba catastróficamente. La aflicción por el duro entrenamiento o la añoranza a la diversión, la pérdida del disfrute adolescente, se disolvían en el inicio de su canto de sirena o en la lectura de las letras que construía a base de su propia inventiva. Las historias de su mascota, su perro que había quedado en Australia, o el apoyo a veces monumental de la joven hacia Olibeth era más de lo que quería agradecerle. Por eso era, el motivo principal de presumir al mundo el orgullo de poseer la amistad pura, real y profunda de una rosa.
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𓄹 ֶָ֢ ☽︎₊˚⋆; Mi Rosie Posie, estoy feliz feliz de poder participar en esta sorpresa. Desde que llegaste a mi vida las cosas han sido más claras y el sueño en el que hoy vivimos es algo que no cambiaría por nada. Eres parte de este rompecabezas, sin ti estoy perdida.
Amo eternamente tu risa, tu elocuencia, el hermoso ser humano que eres con un corazón y un talento que escapan a la comprensión humana. Eres intangible.
Gracias por brindarme de ese brillo tuyo, por hacer mis días mejores y por dar siempre lo mejor de ti. Eres mi mejor amiga, prácticamente mi familia como lo he relatado antes. Te amo y deseo para ti el mejor cumpleaños del mundo. Deseo que sigas alcanzando tus propósitos y que este nuevo año que comienza para ti solo sea un cúmulo de oportunidades y éxito, bebé.
Te amo mucho mucho ♡